domingo, 9 de agosto de 2020

La poesía de Andrés Muruais

 

Pocos escritores han dejado una influencia tan marcada en el acervo cultural pontevedrés, como Andrés Muruais Rodríguez. Hace ahora un mes que se cumplió el centenario de su nacimiento y su personalidad vuelve al primer plano de las letras regionales.

Andrés Muruais murió en plena juventud, el 21 de octubre de 1882, a los 31 años, pero dejó dispersa una meritoria obra poética. Entre los años 1869 y 1874 estudió Medicina en Santiago. En los claustros universitarios, en las rúas compostelanas, en las tertulias, puso siempre de relieve su espíritu inquieto, lleno de recursos, intervino en las algaradas entre estudiantes y artesanos. Y mostró a sus compañeros el ingenio de sus versos de circunstancias.

Después de ejercer la profesión en Catoira se marchó a Madrid. En la Corte frecuentó las tertulias; en 1875 se unió con los otros escritores gallegos en la Sociedad “La Galicia Literaria”, fundada por el malogrado poeta Vesteiro Torres y suscitó una dura polémica en torno al proyecto de publicación de “Los gallegos pintados por sí mismos”. Añón y Muruais creían que estos cuadros típicos solo servirían para poner en ridículo las costumbres regionales. En Pontevedra fue el organizador de festivales, animador de las fiestas de carnaval, colaborador de los periódicos de la ciudad. Reunió en su casa una amena tertulia literaria y coleccionó, con su hermano Jesús, la mejor biblioteca francesa que en el siglo XIX existía en Galicia. En esta biblioteca conoció Valle Inclán toda la literatura galante que tanto influye en las memorias del Marqués de Brandomín; y se formó toda una generación de escritores pontevedreses.

La labor literaria de Andrés Muruais ha quedado dispersa en las publicaciones de la época. Fue asiduo colaborador de “La Constancia”, “El Porvenir”, “El Deber”, “El Lérez”; en 1881 fundó “El Independiente”, que dirigió hasta su muerte. Al lado de las gacetillas de carácter político, de los artículos de fondo, de las defensas de los intereses pontevedreses y regionales, quedan dispersas sus poesías en castellano y en lengua vernácula.

Las poesías en castellano son esencialmente líricas. “Un día en el convento”, refleja en dos momentos, amanecer y anochecer, el ambiente monástico.

La elegía “En la muerte de Ecilda Ruiz” encierra un profundo sentimiento. Son también puramente subjetivas “El canto del negro” y “El cuervo marino”. Están relacionados con Espronceda los versos de “Sueño”. Palpita el sentimentalismo y la emoción en las estrofas de “A una fea”, que termina con estos versos auténticamente románticos: “Del placer en el rauda torbellino – afanoso la muerte buscaré”.

Andrés Muruais hizo varios ensayos dramáticos. Sus apropósitos carnavalescos, de los que él mismo fue actor, fueron muy celebrados y pusieron de moda el Urco, fabuloso personaje de las fiestas pontevedresas. En 1873, siendo estudiante, estrenó en Santiago el juguete cómico “Percances de un viejo verde”, y en Pontevedra, en 1880, el drama en dos actos y en verso, “La hija del timonel”.

Hay en la obra de Muruais una palpitante presencia de Galicia. Su himno, premiado en los Juegos Florales de 1880, es un canto viril y entusiasmado a los hombres de la tierra, al porvenir, a las tradiciones, a las sombras gloriosas de los navegantes, a los héroes del monte Medulio y a las sonrisas verdes del paisaje.

 “La hija del timonel” está ambientada en el campo gallego. La decoración del primer acto corresponde perfectamente a una de nuestras aldeas: “La casa de Andrés con un balcón de madera, al cual se sube por una escalera lateral. A la izquierda la iglesia de la aldea. A la derecha una ermita. En medio de la escena una cruz de piedra, sobre unas gradas. Al fondo el mar”. Puede desentonar un poco la ermita, que muy pocas veces aparecen en el mismo plano que la iglesia. El dramatismo del loco César, que llora lágrimas de sangre, mientras sueña con un niño muerto y maldice a una sirena, el amor acendrado de maría, la hija del timonel Andrés. La muerte trágica de Estrella, tienen como escenario ese humilde horizonte aldeano.

En las poesías en lengua vernácula de Muruais predomina la tendencia irónico costumbrista. “Cousas de mozos” es una paráfrasis de la copla popular, llena de sugerencias picarescas, “Unha noite no muiño”. El fondo supersticioso de algunos de nuestros aldeanos se ve reflejado en “O enterro” y “O bautizo”. Esta última recoge la superstición del caminante que a media noche cruza el puente del Burgo y es obligado a bautizar con las aguas del rio un niño para preservarlo de la muerte como los anteriores hijos de la misma madre.

“Unha de paus” es un trasunto de las costumbres aldeanas. Empieza con una descripción realista del crepúsculo.

A esta hora cuando bailan animadamente las parejas, llena los caminos el griterío de los mozos de Tourón, cantando atrevidas coplas y tocando panderetas. Su llegada provoca una revuelta; Antón o do Pazo grita en medio del baile. “¡Quen me de un pau gaña un peso!” A este reto responde Cunca de Morros: “Pois vou ganar mil reas”. La lucha se generaliza. El poeta también recibe filosóficamente tres palos en sus espaldas.

Todas estas poesías costumbristas de Muruais atesoran pocos valores líricos, pero se caracterizan por la facilidad del idioma, depurado de vocablos malsonantes. Como poeta satírico y costumbrista sigue la misma línea de Benito Losada y puede parangonarse con los mejores poetas del género, de la segunda mitad del siglo XIX. Por eso sus composiciones dispersas merecen una cuidada recopilación.


Benito Varela Jácome

La noche: única diario de la tarde en Galicia Ano XXXII Numero 9532.  29 diciembre de 1951


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