Pocos escritores han dejado una influencia
tan marcada en el acervo cultural pontevedrés, como Andrés Muruais Rodríguez.
Hace ahora un mes que se cumplió el centenario de su nacimiento y su
personalidad vuelve al primer plano de las letras regionales.
Andrés Muruais murió en plena juventud, el 21
de octubre de 1882, a los 31 años, pero dejó dispersa una meritoria obra
poética. Entre los años 1869 y 1874 estudió Medicina en Santiago. En los
claustros universitarios, en las rúas compostelanas, en las tertulias, puso
siempre de relieve su espíritu inquieto, lleno de recursos, intervino en las
algaradas entre estudiantes y artesanos. Y mostró a sus compañeros el ingenio
de sus versos de circunstancias.
La labor literaria de Andrés Muruais ha
quedado dispersa en las publicaciones de la época. Fue asiduo colaborador de “La
Constancia”, “El Porvenir”, “El Deber”, “El Lérez”; en 1881 fundó “El
Independiente”, que dirigió hasta su muerte. Al lado de las gacetillas de
carácter político, de los artículos de fondo, de las defensas de los intereses pontevedreses
y regionales, quedan dispersas sus poesías en castellano y en lengua vernácula.
Las poesías en castellano son esencialmente
líricas. “Un día en el convento”, refleja en dos momentos, amanecer y
anochecer, el ambiente monástico.
La elegía “En la muerte de Ecilda Ruiz”
encierra un profundo sentimiento. Son también puramente subjetivas “El canto
del negro” y “El cuervo marino”. Están relacionados con Espronceda los versos
de “Sueño”. Palpita el sentimentalismo y la emoción en las estrofas de “A una fea”,
que termina con estos versos auténticamente románticos: “Del placer en el rauda
torbellino – afanoso la muerte buscaré”.
Andrés Muruais hizo varios ensayos
dramáticos. Sus apropósitos carnavalescos, de los que él mismo fue actor,
fueron muy celebrados y pusieron de moda el Urco, fabuloso personaje de las
fiestas pontevedresas. En 1873, siendo estudiante, estrenó en Santiago el
juguete cómico “Percances de un viejo verde”, y en Pontevedra, en 1880, el
drama en dos actos y en verso, “La hija del timonel”.
Hay en la obra de Muruais una palpitante
presencia de Galicia. Su himno, premiado en los Juegos Florales de 1880, es un
canto viril y entusiasmado a los hombres de la tierra, al porvenir, a las
tradiciones, a las sombras gloriosas de los navegantes, a los héroes del monte
Medulio y a las sonrisas verdes del paisaje.
“La
hija del timonel” está ambientada en el campo gallego. La decoración del primer
acto corresponde perfectamente a una de nuestras aldeas: “La casa de Andrés con
un balcón de madera, al cual se sube por una escalera lateral. A la izquierda
la iglesia de la aldea. A la derecha una ermita. En medio de la escena una cruz
de piedra, sobre unas gradas. Al fondo el mar”. Puede desentonar un poco la
ermita, que muy pocas veces aparecen en el mismo plano que la iglesia. El
dramatismo del loco César, que llora lágrimas de sangre, mientras sueña con un
niño muerto y maldice a una sirena, el amor acendrado de maría, la hija del
timonel Andrés. La muerte trágica de Estrella, tienen como escenario ese
humilde horizonte aldeano.
En las poesías en lengua vernácula de Muruais
predomina la tendencia irónico costumbrista. “Cousas de mozos” es una paráfrasis
de la copla popular, llena de sugerencias picarescas, “Unha noite no muiño”. El
fondo supersticioso de algunos de nuestros aldeanos se ve reflejado en “O
enterro” y “O bautizo”. Esta última recoge la superstición del caminante que a
media noche cruza el puente del Burgo y es obligado a bautizar con las aguas
del rio un niño para preservarlo de la muerte como los anteriores hijos de la
misma madre.
“Unha de paus” es un trasunto de las costumbres
aldeanas. Empieza con una descripción realista del crepúsculo.
A esta hora cuando bailan animadamente las parejas,
llena los caminos el griterío de los mozos de Tourón, cantando atrevidas coplas
y tocando panderetas. Su llegada provoca una revuelta; Antón o do Pazo grita en
medio del baile. “¡Quen me de un pau gaña un peso!” A este reto responde Cunca
de Morros: “Pois vou ganar mil reas”. La lucha se generaliza. El poeta también
recibe filosóficamente tres palos en sus espaldas.
Todas estas poesías costumbristas de Muruais
atesoran pocos valores líricos, pero se caracterizan por la facilidad del
idioma, depurado de vocablos malsonantes. Como poeta satírico y costumbrista
sigue la misma línea de Benito Losada y puede parangonarse con los mejores
poetas del género, de la segunda mitad del siglo XIX. Por eso sus composiciones
dispersas merecen una cuidada recopilación.
Benito Varela Jácome
La noche: única diario de la tarde en
Galicia Ano XXXII Numero 9532. 29
diciembre de 1951
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